Del mundo animado al mundo real
Por: Dannisol A. B.
“La mente se mueve en la dirección de los pensamientos que constantemente nos dominan.” dice Ear Nightingale. Por ello las personas se relacionan a partir de sus creencias, buscan pares, semejanzas con lo que sueñan, conocen y quieren para su vida.
Prueba de esto, son esos padres que bautizaron a sus hijos con nombres de Marcas comerciales muy reconocidas como Disney, Harley Davidson, Mickey o Barney José, entre otros; quizás porque impactaron positivamente en sus vidas o es tanta su admiración que decidieron rendirles un tributo.
Y aunque parezca extraño, esta es una forma de trascendencia de la marca ya que gracias a los medios y estrategias que implementa para darse a conocer, se vuelca en la cotidianidad como otro ser que cohabita en el subconciente de las personas con personajes y nombres que, en realidad más allá del imaginario, siguen siendo marcas, nombres de productos -objeto de comercialización que fueron creados no sólo para brindar algo de entrenamiento y cierto grado de “satisfacción” si no que a demás fueron pensados para generar ingresos.
¿Y cómo no van a ser parte de nuestras vidas, si la televisión ha sido esa caja mágica que condensa lo humano, lo cotidiano y fantástico de la mente? Ahora después de una difícil realidad donde priman las carencias y los obstáculos, ¿a quién le disgustaría vivir en Disney World, tener de amigos a Mickey Mouse o al Pato Donald, viajar en una motocicleta ostentosa como una Harley, es más, resolver los problemas como lo hace Homero Simpson?.
A veces la televisión hace que las cosas se vean fáciles, sin traumatismos ni dramas. Allí, ni el tiempo pasa. Por más que existan programas basados en hechos reales, estos jamás tendrán los alcances de la realidad porque, claramente, ésta superó la ficción hace muchos años.
Sin embargo, es innegable que los productos televisivos, valga la redundancia, son producto de los sistemas de creencias que diariamente alimentan los imaginarios y que no sólo dominan parte del actuar social, sino que inspiran a más de uno como lo hizo la serie animada de los Simpson con los hermanos Ballesteros.
Los hermanos Ballesteros crearon una cerveza “inspirados” en la serie animada y la han comercializado bajo el nombre de “Duh”, con la misma tipografía y línea gráfica del dibujo animado, situación que desde hace un par de años ha generado polémica debido a las demandas de las que han sido objeto por parte de Fox Internacional.
La serie ha sido un verdadero icono para la generación de los 90s y ha nutrido el imaginario social; es un programa para grandes y chicos que hace reír y, de alguna manera, también hace pensar con sus “parodias y resoluciones”.
¿Y si no fuese así, existiría hoy la cerveza “Duh”?
Si bien “La marca es todo aquello que tanto el consumidor como el no consumidor piensan cuando escuchan el nombre de un producto o la compañía”, entonces ¿por qué los hermanos Ballesteros no habrían de pensarle?. Mejor dicho ¿Los hermanos Ballesteros la habrían pensado? No creo. En términos comerciales, el programa completo ya es una marca y en definitiva, tiene más fans y seguidores en el mundo que capítulos emitidos.
Los Simpson son una serie animada que tiene más o menos 20 años de transmisión y trata de una manera sarcástica los devenires de la sociedad, desde la perspectiva de una familia disfuncional, no muy alejada de la realidad pero si muy cerca de la ironía y la fantasía de las relaciones interpersonales, socio- económicas y culturales que manejamos.
Y aunque parezca un chiste el argumento con el que se defienden los hermanos Ballesteros de la demanda, tiene algo de verdad: “Duff es una cerveza que se vende en Springfield, la ciudad de ficción donde viven los Simpson… Y Duh es la cerveza que se vende en el mundo real”, de acuerdo al artículo publicado en la revista semana
Curioso el pensamiento y al parecer, validado en Colombia porque hasta ahora, no hay sanciones que retiren el producto del mercado a pesar de la evidente relación de la imagen del producto en sí.
Ahora la pregunta no es si una marca trasciende sino más bien hasta dónde puede trascender.