Una oportunidad estratégica para las marcas
Escribe: Dannisol A.B
La culpa es uno de los sentimientos más inestables del hombre; sentimos culpa por comer, por tener, por hacer y hasta por no hacer… en fin, la culpa es una carga, una escolta para nuestra sombra que nos acompaña a todos lados y no nos desampara nunca. Pero más allá de esto, la culpa es también un reflejo de que algo no está funcionando “correctamente”, o al menos no en concordancia con lo que creemos.
A decir verdad, la culpa se va tornando en un tema alrededor de la responsabilidad y la conciencia, aspectos que se imponen ante la necesidad de salvaguardar el planeta y, en definitiva, al mismo ser humano de su propia extinción, ya que si consumimos todos los recursos, finalmente es poco o nada lo que se deja a las generaciones futuras. ¿Cómo podrían sobrevivir los “herederos” si lo agotamos todo?
Cual película de ficción, nos metemos en el cuento del exterminio y la necesidad de hacer algo al respecto, algo que nos saque del predicamento de contribuir al cuidado del planeta y no a su destrucción.
En la medida que crece el sentimiento salvador y ecologista, las personas buscan aprender a consumir responsablemente. Por lo tanto, es un deber estratégico para las marcas, que desean perdurar y proyectarse en el tiempo, ser consecuentes con la “idea ontológica del consumo”, un consumo sostenible, ético, sano y anticapitalista.
El mercado vive un momento coyuntural, donde las marcas grandes y pequeñas tienen la oportunidad de entronizarse en la historia y en la vida de las personas. Más allá del neuromarketing, el marketing experiencial o el de emociones y el de estrategias humanizantes, pueden ser los líderes del cambio de consumo y no los promotores que publicitan y recrean campañas que al final terminan generando más culpa entre los “cultumidores”, los nuevos consumidores, personas conscientes que compran a partir de sus creencias.
Bien dice el dicho popular, “obras son amores y no buenas razones”. No sólo es un cambio paradigmático sino además funcional, que iría desde la filosofía hasta la producción, implementando prácticas ecologistas, transparentes y éticas congruentes a la evolución corporativa de las marcas.
En este sentido, reducir, reutilizar y reciclar tienen una dimensión mucho más amplia en el desarrollo del mercado y la guerra publicitaria de las marcas debido a que la conquista del cliente, consumidor o cultumidor, se convierte en una apuesta transparente y diaria de hechos u objetos tangibles, por ejemplo: la Joyería Liberty United, que realiza joyas a partir de armas, (creada por Peter Thum).
También podemos encontrar iniciativas como la de Levis Straus, pantalones vaqueros reciclados elaborados a través de botellas plásticas; la producción de aceite a partir de algas adquirida por Unilever; o Mopa-Mopa, diseño mobiliario hecho a base de residuos domésticos, entre otras más.
Todas han sido ideas maravillosas que se han convertido en proyectos reales. Sin embargo, no basta con que las empresas y sus marcas sean amigables o que bajo estas condiciones enamoren clientes, deben ser determinantes a la hora de establecer soluciones sustentables y sostenibles que además de beneficiarlos también contribuyan al desarrollo social y al futuro del planeta.
Si eres una marca o una empresa, ¿cuál es tu aporte?
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