Cuando la publicidad insulta la inteligencia, la creatividad se desperdicia.
Escribe: Dannisol A.B.
La publicidad suele ser ofensiva, generalmente cuando atenta contra las creencias, principios o cultura de las personas y los distintos grupos sociales que cohabitan. Ella puede llegar a este nivel en la medida en que los creativos carecen de conocimiento, ya sea por deficiencias en la información a la que acceden o por un descuidado y evidente estado de soberbia.
Sin embargo, como en el planeta convergen múltiples culturas, cada una con sus respectivos paradigmas, no existe nada que pueda acercarlas más y unificarlas como la indignación y la injusticia.
Tras la tragedia, la dignidad y la justicia comparten un sentido universal para todos los individuos y sin importar la diversidad cultural, convocan la unificación del planeta, despertando sentimientos de solidaridad y acompañamiento, como es el caso del Holocausto Nazi
Un hecho histórico que habla de un periodo oscuro, sangriento e inhumano que sufrieron muchas personas y de las que pocas sobrevivieron; fue protagonizado por el ejercito Alemán Nazi en cabeza de Adolfo Hitler, quien quería exterminar a los judíos, personas de carne y hueso, porque el creía que no eran “blancos puros”. Una idea estúpida y vergonzosa.
Es por ello que en pleno siglo XXI, sorprende la ligereza con la que se trata el tema.
¿Acaso nadie ha visto las películas, “El niño de la piyama a rayas”, “La vida es bella”, o “El pianista”? ¿Nadie ha leído los libros “Diarios” de Ana Frank, “Mila 18” y “Éxodo” de León Uris?
Es claro que la historia se puede aprender y conocer a través de libros y películas, pero ¿es pertinente hacerlo a través de campañas publicitarias?
Desde hace unos días se habla de la campaña que pretende realizar la agencia de publicidad Baumann-Ber-Rivnay, filial israelí de Saatchi & Saatchi, la cual consiste en obsequiar en diferentes instituciones educativas tatuajes temporales iguales a los que tienen los sobrevivientes del Holocausto.
De acuerdo a la nota informativa el vocero de la agencia argumentado que “…lo importante es aprender, no importa de que manera”, pues la campaña busca impactar y generar conciencia entre el público y los adolescentes para replantear su visión respecto al hecho histórico.
Si bien puede ser altruista la intensión educativa de la agencia, la realidad es que la actividad no es la más apropiada porque, desde la ética y la responsabilidad, la “manera” sí tiene importancia y si no fuera así, la gente no estaría rechazando su acción desde que lo anunciaron.
¿Cómo puede la publicidad educar alrededor de temáticas tan sensibles sino está pensada en su público y en el contexto?
Resulta irresponsable tratar desde la Publicidad un tema tan penoso, doloso y delicado para la cultura, las creencias y los dramas asociados a los hechos en los que muchas personas han crecido inmersas, solo por montarse en una tendencia juvenil.
La campaña deja de lado todo el contexto, tanto del hecho histórico como el de la trascendencia del tatuaje que siempre ha tenido una connotación significativa de eterno e imborrable cuando se hace voluntariamente pero cuando no es voluntario, es un símbolo de dolor, un mal recuerdo que violenta y cuestiona tu humanidad, pues la marca, como lo hizo el ejercito nazi en su momento, convirtió a los judíos en números, en mercancía desechable, canjeable y sin valor.
En este orden de ideas, esta campaña es un despropósito al desarrollo de las relaciones humanas, no aporta.
¿Si un libro no caduca aunque se pierda en el tiempo o una película de casi tres horas no enseñan, lo hará una campaña publicitaria de de este tipo?
¿Será posible que esto enseñe más que la escuela, la secundaria o la universidad?
El ejercicio publicitario no debe sacrificar la inteligencia, el respeto y la ética, eso lo hace ofensivo, y hace que los profesionales sean estigmatizados de “ligeros y vacíos”.
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