Escribe: Alejandra María Suárez
Una mirada práctica, interiorizadora y estética
Para apreciar y entender una pieza publicitaria, no es necesario conocer el lenguaje en el que esta se anuncia, mucho menos dominar las teorías de la difusión o leer y releer un manual de introducción a esta estética. Para que se produzca el desarrollo de este proceso, basta con que el observador retenga de una manera total y libre de juicios, la primera impresión que le genera el volante, el cartel o la valla cuando están frente a su mirada.
Las creaciones publicitarias deben ser observadas de una manera total e imparcial. En ese sentido la primera impresión resulta de vital importancia, porque da una orientación explicita, clara y precisa del mensaje. Así, el observador descubrirá la intensión comunicativa contenida en el volante, el cartel o la valla.
Cuando la pieza ha sido observada y retenida en la memoria del observador como un concepto extraído de su lenguaje, empieza el proceso de interiorización. En ese momento el observador desintegra cada uno de los elementos que conforman la totalidad de la pieza: colores, sombras, líneas, imágenes y textos. Entonces, procede a valorar los elementos uno a uno definiendo impresiones visuales únicas.
Para acercarse a la obra publicitaria se necesitan dos cosas: una observación imparcial y una contemplación creativa. La primera, permite la apropiación de una visión global, acerca del concepto expresado. La segunda, adentra en su esencia, hasta determinar elementos de sensibilidad por los cuales se disfruta la obra.