Escribe: Carlos Ramirez
“Sangre en las venas se siente al ver los autos pasar con banderas ondeantes y cornetas estruendosas por las calles.”
Hace 2 horas termino el juego Argentina vs México, que le dio a la selección argentina el paso a 4tos de final. Se ve como este país siente el futbol y siente la camiseta que llevan sus jugadores en Sudáfrica. Perros con la remera de la selección, sombreros estrambóticos en el subte, amigos que caminan por las calles voceando las canciones de la barra, un gordo cruzando la calle abrazado por una bandera.
“Hace 20 minutos una amiga me ha invitado a ver el partido a un bar. Salgo desesperado de casa, buscando algún televisor en esta inmensa ciudad que le pueda mostrar a mis ojos el juego, tomo el colectivo y después de llevar un rato allí montado me doy cuenta que no voy en la ruta indicada, me bajo de este y empiezo a caminar ya desesperado por que el juego está por empezar. Mientras casi corro por la ciudad que ya se encuentra desolada, me dirijo aquel lugar, que ya, a mi llegada se encuentra atiborrado de camisetas albiceleste. Mientras miro por una rendija los primeros minutos del partido y fumo un cigarro, veo como gritan adentro y me acelero para entrar. Pago los 30 pesos para entrar, con un ojo sigo uno de los 7 televisores ubicados en el bar y con el otro trato de encontrar a mis amigos que supuesta mente ya están en el lugar.
Les encuentro, les abrazo y pierdo importancia en ellos mientas mientras mis dos ojos se adentran en el partido que aun va cero a cero. Con las palmas en la barra los televidentes alientan a su selección aunque estos estén a más de 15 mil kilómetros de este país y no escuchen nada de lo que acá gritan.
Cara preocupadas, nadie se mira, nadie habla, solo se escuchan cantos de barra en algunos lugares del bar, sorben cerveza rápidamente para no quitar la mirada ni un segundo del plasma de 42 pulgadas encajado en esa pared. La selección argentina, como una maquina estruja el marcador con Tevez que tras la repetición, todo el pueblo se da cuenta que está en posición adelantada y da el uno a cero, mientras con temor escondo mi cuerpo detrás de una silla pues la desesperación de los habitantes se encuentra desbordada por el gol marcado.
Feliz sin saber porque, grito Gooooool, y se viene el segundo de Iguarin que tras una jugada magistral, hace que en mis tímpanos una vez más retumbe la caída de la malla. Grita la chica que se encuentra a mi lado con una voz chillona y me mira con ganas de abrazarme, pero hago un gesto de felicidad, y me pongo de cara al tv para ver la repetición del tanto.
Imponiéndose con un contundente 2 a 0, el bar se encuentra más tranquilo, ya sin la tensión de los primero minutos, se conversa mas, algunos miran a sus alrededores, me da tiempo para mirar algunas chicas del bar que están lindas, la gente se despega de sus asientos y van caminando uno a uno hacia el baño, todo está más tranquilo hasta que Tevez de nuevo hace revolucionar los corazones de 40 millones de argentinos que llevan la mismas sangre, la misma casta, la misma bandera, el mismo gol que al minuto 51, hace saltar de nuevo al bar y reventar vasos de cervezas, camisas arriba, banderas flotando, cornetas de arlequín, enloquece la barra con el tercero.
Goooooooooooooollllllllll….
Las risas, acompañan los rostros traslucidos por una contundente batalla ganada y todo se vuelve paz en pocos minutos, las canciones del “vamos a salir campeones” se empiezan a escuchar en el mórbido bar, un gol de México a los 70 minutos, genera un maullido de los hinchas, pero tranquilos siguen con el 3 a 1 que lleva a cuartos de final a una de las selecciones más promisorias del mundial. Con palmoteó sobre las mesas y la barra, alientan el equipo que sigue adelante con su objetivo, salir campeón,
“vamooooss aaaa salirrr campeeoooooness” cantan los aguerridos hinchas.
Gritos desesperados cuando se da el pitazo final, me abrazo con algunos, saltan y se desbordan.
Aunque ajena, me inunda la felicidad del 3 a 1, del pueblo argentino, que hoy me recibe en sus calles.