¿El plagio y el engaño se volvieron paisaje?

el-plagio-y-el-engaño-se-volvio-paisaje-Metalecabeza-MoralescomEscribe: Dannisol A.B.

Estamos tan saturados de mentiras, corrupción, mediocridad y desdén, que son pocas las cosas que nos sorprenden. ¿Las escuchamos, las vemos y ni indignación manifestamos? ¿Descubrimos que es fácil timar al otro? ¿Nos cansamos o nos resignamos a este hecho?

Si no hay verdades a medias tampoco hay plagios a medias ni mentiras chiquitas y menos, engaños minúsculos. Es incomprensible el por qué siempre terminamos aceptando los hechos, no hemos podido ser radicales, absolutistas, ni determinantes al respecto. Al final parece que todo lo disculpamos.

El plagio, la corrupción, el fraude y la competencia desleal van más allá de un flagelo ya recurrente en la sociedad.

Según la RAE, plagio es la acción y efecto de plagiar, definida esta última como:

  1. Copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias.

  2. Entre los antiguos romanos, comprar a un hombre libre sabiendo que lo era y retenerlo en servidumbre.

  3. Entre los antiguos romanos, utilizar un siervo ajeno como si fuera propio.

  4. Secuestrar a alguien para obtener rescate por su libertad.

Es claro que no pueden haber diferencias entre el sustantivo y el verbo, el significado no deja nada a la deriva, así que para qué tergiversar la dimensión de su acción.

El plagio es como un fraude donde el ejecutor engaña a los demás y se defrauda a sí mismo, se autoengaña sobrestimando su capacidad para emprender, retar a la vida y vivirla a plenitud.

 Es así como este sigue siendo una prueba fehaciente de la falta de principios, valores y ética que nos rodea. Aceptamos excusas y justificaciones sin protestar mucho. Así de fácil abrimos la puerta a la burla, nos dejamos enredar por las razones del otro sin pensar en la realidad colectiva y el actuar individual, carente de sentido social y ético.

Nos acostumbramos a cargar con las consecuencias de las malas acciones del otro, hasta nos resignamos para evitar el desgaste de reclamar respeto, nos conformamos, buscamos ser las víctimas a través de mil excusas cuando en realidad hacemos parte de los victimarios.

Sin embargo, es aún más incomprensible cómo la gente se atreve a hacer trampa, a planearla y ejecutarla con precisión y alevosía sin verse al descubierto, que atreverse a pensar en no hacerla.

Un “no puedo”, tiene sentido después de un buen esfuerzo y una autoreflexión. Un “no sé”, puede ser una respuesta en busca de soluciones ante el desconocimiento. En conclusión, ¿si lo correcto es fácil por qué complicarlo? ¿Para qué manchar su nombre, su prestigio y profesión con prácticas deshonestas y reprochables?

¿Qué le espera al futuro de Colombia si seguimos bajo el velo de una cultura tramposa?

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