Escribe: Dannisol A.B
La inmediatez de las redes sociales no es recomendable para las expresiones irresponsables e impulsivas que algunas personas tienen.
Sin embargo, es innegable su poder para exacerbar las emociones y la solidaridad en las personas. Si bien han servido para acortar las distancias y ahorrarnos tiempo en el trabajo, conversar con los amigos y mantener en contacto a la familia, no es para usarse de cualquier manera.
Las redes sociales re-dimensionaron lo público y lo privado a tal punto que desplazamos la intimidad, dejando en evidencia toda clase de sentimientos. Manifestamos el inconformismo, los anhelos y los sueños cumplidos. Sin reparo observamos como otros nos miran a través de la pantalla, comparten nuestra vida y opinan sobre ella.
No cabe duda, que la mayoría sigue creyendo que las redes sociales son tan propias e individualistas que a nadie le importa como las usemos, pero la realidad es otra. Independientemente de que lleve tu nombre, si lo que piensas lo haces público, corres siempre el riesgo de ser víctima de censura, lógicamente proporcional al tamaño de la imprudencia, el contexto y la vulnerabilidad de las partes aludidas y afectadas, como ocurrió con el tuitero que ridiculizó la malaventura de los niños en Fundación Magdalena.
Más allá de cuestionamientos éticos, con el uso de las redes sociales, se ha incrementado en las personas una necesidad de visualización, de ser oídos, seguidos y reconocidos por sus propias expresiones y actividades, pero hay que tener en cuenta que lo único privado que se tiene en la “vida virtual” es lo que se calla, lo que se queda entre los pensamientos y los silencios.
Las redes sociales, fuera de su obvio objetivo relacional y alto alcance de expresión, se han convertido en una herramienta, en un arma de información que juzga, ataca y valida prejuicios para bien o para mal; por ejemplo, si eres apto para un empleo, a qué grupo político perteneces, tu equipo de fútbol y hasta quién es y qué hace tu pareja.
En este sentido, las acciones convocadas por redes sociales para dignificar la vida, la paz y el respeto han sido efectivas y ejemplares, aunque penosamente, en temas políticos como las elecciones, han sido un absoluto fracaso.
Ya es poco lo que se nos ocurre hacer en la cotidianidad sin usar las redes sociales o los medios virtuales para mostrarlo. Si las redes no son parte de nuestras vida diaria, son testigos.
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