Por: Dannisol A.B.
En Colombia, el nuevo estatuto del consumidor (ley 1480 del 2011) concibe la Publicidad engañosa como “aquella que no corresponde a la realidad o que induce o puede inducir a error, engaño o confusión”. Esto sumado a los crecientes reclamos de los consumidores y a la proliferación de anuncios de contenidos sub-reales, exige nuevos planteamientos con respecto al ejercicio de la comunicación publicitaria y los profesionales de la publicidad.
Asimismo concluyó Cristian Vergara en su publicación en la revista P&M, donde cuenta que un joven demanda a AXE por publicidad engañosa y en la que se pregunta: “En Colombia, ¿Qué es publicidad engañosa y que no?”, expresando que «… los consumidores ya no están “comiendo cuentos” y, en ese sentido, los cuenteros (anunciantes y publicitas) están frente a la necesidad de un trabajo más meticuloso alineado con el concepto que los consumidores tienen de “engaño”… ».
En este orden de ideas, la reflexión se aboca en la necesidad de crear con responsabilidad y consciencia productos publicitarios, no sólo enfocados en el desarrollo de la marca sino también en los clientes –sujetos de relaciones de consumo socioculturales y psicosociales-.
En los últimos años, la tendencia de las campañas publicitarias ha girado en torno a una práctica irrelevante de la ética. Los profesionales del área publicitaria la han profanado en pro del desarrollo de su creatividad con la realización de piezas gráficas o audiovisuales dotadas de color pero sin contenido, omitiendo o exagerando la información que ofrecen para la comercialización del producto, bien y/o servicio, que al final resultan desestimando la inteligencia del consumidor.
Esto se hace evidente en las comunicaciones publicitarias de los desodorantes, los productos adelgazantes, antiarrugas, las lociones o campañas de empresas privadas que buscan disfrazar sus abusos con la publicación de sus actividades “filantrópicas”. Hasta en las campañas políticas usan la ética cual prenda de vestir o menú del día; cuando no la compran la usan como un chaleco que se quita y se pone a conveniencia, que mejora o empeora la apariencia o imagen de quien la utilice o si acaso la necesite.
En realidad, la falta de ética ha desvirtuado la calidad de la comunicación publicitaria y mucho más, la de los publicistas que apuestan su credibilidad en ideas absurdas, carentes de sentido, fatuas, poco o nada coherentes con el deber ser del desarrollo humano e integral de la sociedad y sus medios. Podría decirse que se olvidaron de pensar, de a quienes sirven y para qué, como decía Pascal “Toda nuestra dignidad estriba en el pensamiento. Esforcémonos, pues, por pensar bien: este es el principio de la ética.”
Es claro que la Comunicación publicitaria y los profesionales de la publicidad han dejado de lado el entorno cultural de su público objetivo, han ignorado la influencia de las creencias en el desarrollo del mercado que hoy tienen más fuerza para la innovación, modernización y perdurabilidad de una marca.
Hasta ahora el ejercicio publicitario privado y público se ha comportado de una manera ajena a la humanidad, ha jugado un papel fundamental en la descontextualización de la realidad y el actuar socioeconómico de la cultura del consumo consciente o inconscientemente pero ya es hora de tomar medidas, ¿no creen?, así como existe el juramento hipocrático para los médicos, ¿deberían fomentarse códigos de conducta o pensamiento para el ejercicio publicitario? Si existen, ¿qué está ocurriendo con los profesionales de la publicidad? ¿Por qué seguir una dinámica pública superficial? ¿A dónde quieren llegar los publicistas?.
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*imagen tomada del sitio: mundoluque.blogspot.com