Quiero compartir hoy con usted una reflexión que apunta a hablar de aquí en adelante de la “comunicación Perceptual” en contravía de lo que podríamos denominar como la “comunicación racional”.
Desde las remotas épocas de Denis Papini, el físico francés a quien se atribuye la invención de la máquina de vapor en el siglo XVII, empezó a configurarse una especie de bronca matemática en contra de lo que se denominaba “la intuición”, puesto que como no era una función cuantificable ni mensurable, se trataba de algo espurio, esquivo, místico y “misterioso”.
Aunque los matemáticos y la ciencia se cuidaban de negar su existencia (la de la intuición) si había un total consenso dentro de la comunidad racionalista en el sentido de negar su validez.
La intuición que es también percepción, decían los críticos mecanicistas, no es susceptible de ser enseñada, no puede haber adiestramiento en ella. En tal sentido no podía ser asimilada como algo “serio”.
Peter Drucker, el gran gurú del marketing y la administración en el siglo XX, sintetiza de manera muy didáctica lo que empezó a consolidarse en torno a la percepción desde mediados de la década del 80 de ese siglo.
Explica que en el universo biológico la percepción ocupa no sólo un lugar central sino que también puede e incluso debe adiestrarse y desarrollarse. Y dice: “no escuchamos G-A-T-O, sino GATO. La G, la A, la T y la O son bits, individualmente considerados no alcanzan a configurar una significación”.
Realmente fue en la década de 1890 cuando la denominada “sicología de la configuración” o “Gestalt” empezó a sustentar esa diferencia entre la letra individualmente considerada y la significación que adquiere una vez se une con otras letras. Fue la Gestalt la que explicó que oímos “gato” y no la G la A la T y la O.
Desde entonces casi todas las escuelas psicológicas han venido interesándose en lo que se denomina el análisis de la percepción.
Cuando Descartes y Galileo pusieron los fundamentos de la ciencia en el universo mecánico, lo hicieron porque el universo mecánico constituía su límite del conocimiento. Cien años después Immanuel Kant produjo la “metafísica” que codificó la nueva imagen del mundo. Su “Crítica de la razón pura” editada en 1781 dominó la filosofía occidental durante más de un siglo.
Luego de Kant ha pasado mucha agua bajo los puentes desde luego. Ya la inteligencia le presta poca atención a lo expresado por este pensador, porque la escuela perceptual -ya triunfante- ha permitido que la modernidad se centre en temas conceptuales como las configuraciones, los signos y los símbolos, los modelos, los mitos y el lenguaje.
Drucker, que tenía porque saberlo, es concluyente cuando afirma que “en la planificación estatal y empresarial hablamos cada vez mas de “escenarios” en los que el punto de partida es una percepción”.
LA COMUNICACIÓN PERCEPTUAL.
La más elemental definición de comunicación podría expresarse en dos palabras: “hacerse entender”.
La comunicación, desde luego, difiere de la información. La comunicación en términos técnicos y estratégicos opera por objetivos. Se pretende que la comunicación “logre” un resultado. Se busca llegar a ese resultado.
Es la búsqueda de objetivos la que ha venido sofisticando esta técnica (la comunicación no es una ciencia exacta).
Y es una sofisticación razonable merced a la existencia de una variable que los racionalistas parecieran haber echado en el olvido: los públicos objetivos son personas, sujetos susceptibles de pensar en la perspectiva de sus propios sistemas de creencias, de sus propias culturas.
Así, es la naturaleza del ser humano la que ha obligado a re-pensar la técnica de la comunicación. Ese re-pensamiento se ha venido nutriendo de múltiples disciplinas: La psicología desde luego, pero también de la antropología, de la etnografía, de la sociología, de la semiótica, de la filosofía.
Y todos estos aportes resultan más que necesarios en la medida en la que se descubre que el sujeto de la comunicación puede desencadenar “interpetaciones” subjetivas de lo que se le está comunicando. Puede terminar entendiendo algo diferente a lo que se le pretende comunicar, reaccionar de manera diferente a como se quería que reaccionara, en últimas, puede terminar no entendiendo, para que regresemos al primer enunciado.
Y es que, en tanto personas, los públicos objetivos pueden establecer barreras contra lo que se está comunicando, poner límites para que otras creencias no ingresen al círculo de su pensamiento. Barreras que pueden ser desde fisiológicas hasta psicológicas. Los sistemas de creencias obstaculizan la receptividad de la comunicación. Hay también barreras semánticas y barreras filosóficas.
Es por ello que hubo necesidad de poner el énfasis en la percepción, en tanto el gran aporte de la escuela psicológica cognitiva estriba en descubrir que el mundo ES como la persona lo mira.
La realidad-real no existe, la realidad es como la gente la percibe.
Un mismo hecho puede ser visto – es visto – de manera diferente por diferentes personas.
Hay unos factores que influyen en la percepción. La selectividad es el primero. Parece una verdad de perogrullo pero el universo individual se mueve con fundamento en selecciones.
No todo le interesa a todo el mundo. Las experiencias individuales también demarcan territorialidades a la percepción, los condicionamientos, los estímulos distantes, los estímulos próximos, las interdependencias, en fin.
Se han venido estudiando así mismo las “acentuaciones perceptivas”, que permiten entender de manera más clara la poderosa influencia del entorno social y la cultura en la configuración e incluso alteración tanto de las percepciones individuales y colectivas, como en la construcción de “relatos dominantes”, verdades aceptadas, paradigmas.
Esto es lo que estoy pensando y me interesa mucho su opinión