Por: Dannisol A.B.
Los reality shows no son una comedia de la realidad; aunque a veces parezcan una distorsión de la misma, son un poco sub-reales al mostrar la cotidianidad y la cultura que practicamos.
Desde hace más o menos una década, los canales de televisión nacionales y privados vienen desarrollando programas de este tipo, bajo la categoría de “entretenimiento”, vendiendo una idea de una realidad que en verdad no existe, ya que el programa es una representación libreteada, obtusa, complicada y nefasta alrededor de la convivencia y los valores humanos que poseen el grupo “interdisciplinario y multicultural de participantes”.
Los “Reality shows”, aunque están enfocados en un formato de concurso, son casi como una mala novela. A pesar de las diferencias obvias de producción, publicidad y realización, comparten el drama, los odios, conflictos y amoríos propios de una telenovela poco creativa. Cada participante día a día, presenta un monologo que hila el por qué y él para qué están ahí.
Programas como Gran hermano, Protagonista de Novela, el Desafío, el Factor X y las Expediciones, son producciones que obligan a los participantes, en la dinámica del juego, a combatir por su supervivencia en el programa y aunque estas luchas no son sangrientas como las justas romanas de gladiadores, resultan muy entretenidas para los televidentes.
En un principio, este género de entretenimiento fue un boom pues se convirtió en una manera “fácil” y rápida de alcanzar la fama para quienes la buscaban o querían una oportunidad y no tenían muchas opciones, razón por la cual mucha gente comenzó a verlos y a seguirlos, pero hoy, si comparamos todos los Realities que se han realizado y los escándalos alrededor de ellos, uno se pregunta ¿por qué la gente sigue viéndolos? ¿No se cansan de ver lo mismo? ¿Acaso, no se aburren de estos programas?
Ya los Realities no tienen nada novedoso que mostrar, estos se volvieron programas de concurso de alta producción y patrocinio, donde las pautas publicitarias son eternas pues tienen más tiempo al aire que el programa en sí, Incluso los del género musical que gustan tanto actualmente, los tiempos de pauta publicitaria son descarados, pues hablamos de más del 50% del tiempo disponible en franja, empleado en publicidad.
Se pregunta uno incluso donde esta el defensor del televidente, los códigos de ética publicitaria, el respeto al consumidor y demás.
Sin ser experto, pensaría que es hora de cambiar este formato, pues la televisión necesita más creatividad, innovación y educación, que publicidad extenuante.
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