Escribe: Alberto Morales.
Recién nos enteramos del fallecimiento de Hernán Nicholls.
Fue un hombre extraordinario, un pionero, un ejercicio diario de inteligencia y de creatividad, un maestro para quien el conocimiento tenía su razón de ser en tanto fuera compartido.
Formador de una generación de hombres y mujeres de la publicidad, Hernán no se limitó (no podía limitarse) solo al ejercicio de la estrategia. Fue un hombre culto, un gran lector, un escritor temprano, un esotérico, un mago de oz, un quijote sin mancha.
Claro que tenía defectos. Todos.
Pero era tan poderosa, tan gigantesca, tan demoledora la suma de sus virtudes, que esos defectos se fueron haciendo imperceptibles.
Paz en la tumba a este hombre excepcional.