Olímpicos y Diferencias

Escribe: Catalina Morales Vélez

 

La idea que los juegos Olímpicos nos lleven a hacer un alto en el camino y nos invitan a entrar en estado mental en el que se establece una especie de tratado de paz, y las disputas, conflictos, problemas y dramas de la humanidad, quedan congelados mientras el planeta tiene una muestra de “compañerismo” y “juego limpio”, me parece que es reventar el ideal Ekecheiri de los griegos.

Ahora bien, las poblaciones que están en disputa permanente, los polos que se enfrentan, los públicos que se contraponen, las marcas que compiten, entre otros, ¿realmente tienen que olvidar sus diferencias durante el tiempo que durarán los “juegos”, para así poder darle a su cotidianidad una connotación de paz y armonía?

Algo me dice que le tenemos demasiado miedo al disenso, y esa actitud lo único que a logrado es que se intente homogenizar.

 Somos diferentes, ¿y qué?

 Estamos en una dinámica en donde todo individuo que llega a una sociedad necesita para su desarrollo la aceptación del grupo, clan o etnia, para reconocerse y entenderse como perteneciente a esta comunidad. Pero paralelo a ello, en su fuero íntimo, esta persona abstraída de las demás, interpreta el mundo desde su propia perspectiva, y valida su actuar e interrelacionar inmerso en su propia realidad, que a partir de sus creencias es enteramente subjetiva.

 A los expertos en investigaciones cuantitativas, cifras, tortas del mercado, share y mucho más, el asunto no encaja con su obsesión por entregar números y con un par de gráficas persuadir a los ejecutivos, presidentes, CEO, políticos y públicos objetivos. Esos datos que nos meten a todos en una bolsa y anulan nuestras propias historias, creencias, culturas, estímulos, emociones y percepciones que afectan directamente las decisiones que tomamos.

 El hecho es que descubrir y valorar la riqueza étnica, religiosa, filosófica, cultural y hasta política, es también convivencia, y por ello, la esperanza de que Los Juegos sean un aliciente para que la humanidad haga un “receso” de la violencia en la que esta inmersa, los desequilibrios e in-justas situaciones que dejan mal parados a países, marcas, imperios, apellidos y demás, no es valido, mucho menos cuando estamos bajo la premisa de que “hay que dejar de lado las diferencias” en un planeta tan diverso con casi infinitas identidades.

Desde el 776 antes de Cristo estamos convocando diferentes regiones para competir en diversidad de áreas deportivas, y hoy en día hemos ampliado el concepto de esa competencia a tal punto que estamos en un contexto en donde se presenta un permanente certamen por el “oro olímpico”, y todos los contendientes esgrimen sus mejores armas para llegar al pedestal de conquistar la mayor cantidad de seguidores, compradores, likes, clientes, socios, votantes, etc., es entonces inconcebible que aun traten de comunicar mediante un código común a todos.

Pierre Coubertin, escribió:

“Olimpia y las Olimpíadas son símbolos de una civilización entera, superior a países, ciudades, héroes militares o religiones ancestrales”.

Para ser sincera, creo que Coubertin  expreso parcialmente la idea, ya que si, todos somos una civilización, y como seres humanos estamos por encima de nuestras nacionalidades, creencias religiosas y políticas, pero como seres humanos, nuestro actuar no es gratuito, ni surge de la nada, esta ligado a nuestras diferencias.

 Valorar la diversidad humana fortalece la aceptación de las individualidades y desencadena una sociedad inclusiva que entiende y hace suya permanentemente esa tregua sagrada a la que se refiere Ekecheiri.

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*Fotografía realizada por  Daniel Berehulak/Getty Images (2012 Getty Images), tomada del portal Fox News Latino.
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